Hace miles de millones de años, cuando el Sistema Solar era aún muy joven, uno de sus planetas disfrutaba de un clima templado, con cielos azules y grandes cantidades de agua corriendo y formando mares y ríos por toda su superficie. Pero ese mundo privilegiado no era la Tierra, sino Venus. Estudios recientes apuntan que allí la vida habría podido desarrollarse por lo menos durante 3.000 millones de años.
Hoy, sin embargo, las cosas son muy diferentes. Es la Tierra la que dispone de agua en abundancia y goza de un rango de temperaturas que hacen posible el florecimiento de la vida, mientras que Venus se ha convertido en un auténtico horno, con temperaturas que alcanzan los 450 grados y una atmósfera venenosa formada principalmente por dióxido de carbono y nitrógeno. Un infierno para la vida tal y como la conocemos. Sin embargo, algo de ese antiguo esplendor podría haber sobrevivido lejos del suelo, en su atmósfera.
De hecho, a una altitud entre los 40 y los 60 km sobre la ardiente superficie, la atmósfera de Venus es la que más se parece a la de la Tierra en todo el Sistema Solar. Allí la presión del aire es muy similar a la terrestre y las temperaturas se mueven en un arco que va desde los cero a los 50 grados centígrados. Algo no apto para humanos, desde luego, pero sí, quizá, para otro tipo de criaturas.
Ya en 1967, Carl Sagan especulaba con la posibilidad de que ciertos microbios podrían sobrevivir fácilmente en esa franja atmosférica de Venus. Y un artículo de 2004 proponía que el azufre de la atmósfera podría ser utilizado por esos microbios como un medio para convertir la luz ultravioleta a otras longitudes de onda que permitirían incluso la fotosíntesis. En 2018, otro estudio llegó a plantear que las manchas oscuras que aparecen en la atmósfera venusina podrían ser algo parecido a las floraciones de algas que ocurren de forma rutinaria en los lagos y océanos de la Tierra.
Sin embargo, la mayoría de esos estudios concluyen que la vida microbiana de la atmósfera de Venus, si es que existe, tendría una esperanza de vida muy corta. De hecho, los microbios irían cayendo lentamente a través de las nubes hacia las capas inferiores, donde terminarían incinerados por el calor o aplastados por la presión atmosférica, mayor más cerca de la superficie.
Una posibilidad para la vida
Ahora, sin embargo, un equipo de investigadores dirigido por la astrobióloga Sara Seager sugiere en un artículo recién aparecido en Astrobiology que esos microbios podrían tener, después de todo, un ciclo de vida mucho más estable de lo que se pensaba. Uno que les permitiría, incluso, sobrevivir durante millones de años.
En su estudio, Seager y sus colegas exploran la posibilidad de que los microbios de Venus vivan en un ambiente líquido, en el interior de pequeñas gotas en suspensión en las nubes de la franja habitable. Pero a medida que el número de microbios aumente, la gravedad hará que las gotitas se asienten en la capa más caliente e inhabitable que hay justo bajo las nubes. Sin embargo, y a medida que las gotas se fueran evaporando, la capa inferior de neblina se iría convirtiendo en un auténtico depósito de «vida inactiva«. Más tarde, las corrientes ascendentes llevarían de forma regular a los microbios inactivos de nuevo a las nubes, donde se rehidratarían y volverían a activarse.
«Asumiendo que la vida debe residir en el interior de las gotas de las nubes -escriben los investigadores- resolvemos el enigma posterior de las gotas que se depositan gravitacionalmente y alcanzan regiones más calientes e inhabitables al proponer un ciclo de vida venusiano en el que un peso crítico, los microbios, se secan para convertirse en esporas cuando alcanzan la capa de neblina inferior, que llamamos depósito. Las esporas secas residirían allí hasta que algunas de ellas pudieran ser transportadas de regreso a las capas de nubes templadas y habitables, donde quedarían envueltas de nuevo en gotas de esas nubes y continuarían con el ciclo de vida».
Un ejemplo en la Tierra
En la Tierra, muchos microorganismos pueden ser arrastrados a la atmósfera, donde se les ha encontrado viviendo a altitudes de más de 40 km. En nuestro planeta, además, existe un catálogo creciente de bacterias capaces de vivir en entornos increíblemente duros, desde las aguas termales de Yellowstone, los respiraderos hidrotermales del océano profundo o los entornos más ácidos y contaminados de todo el mundo.
De este modo, la posibilidad de vida en Venus se convierte, con este estudio, en una hipótesis que se puede comprobar. Según Sukrit Ranjan, coautor de la investigación, «vale la pena pensar seriamente en invertir los recursos necesarios para llevar a cabo esa prueba, como por ejemplo los que harían falta para traer de regreso a la Tierra una muestra de la atmósfera de Venus». De ese modo, consideran los investigadores, podríamos salir definitivamente de dudas.
Fuente ABC